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Tomo mi primer vuelo en dos años de pandemia para ir a presentar un libro a Guadalajara. Por las prisas olvidé
traer un libro para leer, así que Mónica y yo entramos a la librería del aeropuerto y el primer libro que descubro
y compro es el breviario Historia del Alfabeto, de A. C. Moorhouse, publicado por el Fondo de Cultura Económica y cuya primera edición está fechada en 1961. Descubro los orígenes semíticos del alfabeto y aprendo que la letra T (tau) prácticamente no ha cambiado desde su primera representación escrita. La escritura mas antigua del alfabeto data de varios siglos antes de nuestra era.

Al principio representada como una X, su cuerpo giró hasta convertirse en la T que conocemos, aunque siempre ha conservado su sonido. Entonces pienso en Vicente Rojo, en su serie de negaciones a partir de la letra T y en que, curiosamente, dicha letra comenzó siendo una X o un tache; es decir, una negación. Pienso que tache se escribe con T, que uno de los colores que mas me gustan es el rojo y que el nombre de Vicente se relaciona al verbo ver. Pienso en la gran cantidad de alfabetos que existen en los libros que diseñó Vicente y en los alfabetos que creó para sus obras –algunas de estas letras son como nudos, como en las antiguas civilizaciones incas y fenicias–. Pienso también que cuando fue publicada la primera edición del breviario del fce que leo en un vuelo a Guadalajara, Vicente tenía 29 años, ya tenía años de colaborar con el Fondo y un año antes, en 1960, había iniciado la aventura de toda una Era. Pienso en que yo nací 10 años después de que ocurriera todo esto.

Gracias por venir a encontrarse con estos libros concebidos por Vicente Rojo. Observe las portadas. Mire la cantidad de recursos gráficos que tienen: geometrías, colores, dibujos, obras e imágenes de distintas épocas  Observe las metáforas y el lenguaje simbólico de estas imágenes, y trate de imaginar por qué Vicente Rojo laseligió y creó. Mire las composiciones: en dónde están las imágenes y en dónde las letras, qué elementos se repiten y cuáles no. Vea la tipografía, las letras, sus formas, si están en mayúsculas o minúsculas. Aprecie sus tamaños y los tipos de letra, y cómo se complementan con las imágenes. Lea los títulos de los libros y relaciónelos con las imágenes; cuando el espectador lee y mira, crea ese tercer espacio, como si fueran las proposiciones de un silogismo. Observe los tamaños de las publicaciones y cómo se relacionan las portadas con sus lomos y contraportadas.

Mire cómo están firmados por las editoriales. Compare el tamaño de los autores en relación con los títulos. Vea el número de colores que se han empleado para imprimir. Fíjese muy bien en cómo están impresos estos libros, estas portadas. Imagine que toca usted los libros: ¿qué texturas y qué peso tienen? Pensemos en la maravilla de estas pequeñas enormes obras y en cómo todas son buenísmas, y si bien algunas nos hablan de
algún periodo concreto, siguen siendo vigentes para un lector actual. Leamos las imágenes de las portadas de
estos libros y miremos la belleza de sus letras. Imagine que abre el libro y observe cómo son sus páginas: primero las guardas con un color de cortesía, las letras en sus portadillas y las páginas blancas, que son el preámbulo de la lectura. Fíjese en que usted tiene el espacio de los márgenes para tomar el libro y que sus dedos no obstaculicen la lectura. Mire el cuerpo del texto, el tamaño de las letras, el espacio entre las líneas de texto. Entrecierre los ojos para admirar la mancha tipográfica. Vea los pequeños acentos visuales en la composición de las páginas. Vea la belleza con la que han sido editados estos libros y el cariño con el que han sido diseñados. Este libro se hizo para que usted lo leyera.