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LAS VIDAS DE LAS FLORES

Laurie Litowitz, Perla Krauze y Mary Stuart


Gertrude Stein escribió uno de los poemas más bellos y perdurables acerca de las flores: "A rose is a rose is a rose". Alcanzar la unidad y la complejidad en lo elemental toma toda una vida; más aún si se quieren representar o imaginar las virtudes de una flor. Podríamos sentarnos y conversar acerca de las vidas de las flores, y se llenarían volúmenes y volúmenes de todos los temas posibles... Es probable que Laurie Litowitz, Perla Krauze y Mary Stuart hayan alcanzado la misma sutileza y profundidad para hablar acerca de las flores en sus respectivas obras. En esta reunión de artistas encontramos lo mismo en escultura, pintura, fotografía y piezas mixtas. En suma: encontramos lo múltiple y lo unitario.


Laurie Litowitz propuso el título y la curaduría de Las Vidas de las Flores, acaso influida por una idea que tomó de su trabajo cotidiano con las plantas: nadie sabe realmente si una flor que ha sido cortada realmente ha muerto. Las flores persisten, se conservan, vuelven a nacer e incluso de sus restos se puede tomar suficiente fuerza simbólica para crear. Hay algo profundo y duradero en el observar una flor. Hay algo elemental y, al mismo tiempo, complejísimo en ellas.


Cy Twombly, nos recuerda Litowitz, creó una serie de pinturas basadas en algunos poemas de Rainer Maria Rilke (como si fuera un texto secreto, Las rosas XXVI sólo figura en muy pocos libros, ninguno en español):


Infinitamente en calma / a pesar de tantos riesgos, / sin ninguna variación / en su usual rutina, / la floreciente rosa es presagio / de su inmensurable resistencia. ¿Sabemos cómo sobrevive? / Sin duda uno de sus días / es toda la tierra y toda / nuestra infinitud.


A Perla Krauze le interesa relacionarse no sólo con los conceptos y las formas. Hace recorridos, investiga los materiales, su procedencia, sus usos, trabaja en torno a ellos, los recolecta. Los registros de Krauze son múltiples y tienden ser una reflexión sobre la materia y la forma, sobre lo concreto y lo espiritual. En esta ocasión se ha decantado también por diversos materiales, como el barro negro de Oaxaca, tejidos de plástico y metal como los que se usan en canastos, a la vez que aluminio fundido y cemento. Cada uno tiene sus características y particularidades, como la fragilidad del barro y la pesantez o toxicidad del plomo frente a las levísimas formas florales. La disposición de las piezas, como si de un jardín se tratase, nos habla mucho del tiempo, del desgaste, de cómo las cosas van extinguiéndose, puliéndose, concluyendo. Es una metáfora, quizá, de toda su obra, en la que el tiempo va cambiando el aspecto del mundo. Sus flores desean tornarse de efímeras a permanentes.


Laurie Litowitz trabaja de modo poético las estructuras naturales, es decir, no retrata a la naturaleza de modo simple sino que trata siempre de continuar, de crear en torno a las figuras; las retrabaja, agrega, matiza, modifica, para llegar a un resultado orgánico, que pudiese haber ocurrido también en la creación natural. Hay mucho de ritualidad en toda su obra. Como si una magia cotidiana se cumpliese. Como si todo el ciclo cósmico de elementos, estrellas, símbolos, cambios, desembocasen en elementos minúsculos, propios de lo humano. Lo circular está presente, como imagen, como referencia, como estado permanente. Nos otorga en esta ocasión imágenes de flores aparentemente marchitas, como fantasmales, pero llenas de una vitalidad y energía. Como si mirásemos unas radiografías encontradas en nuestra propia mente.


Esta exposición resulta una continua y bella reflexión sobre la fuerza y la fragilidad. Pero también nos ayuda a entender el presente de tres artistas cuya obra ha llegado a un grado de maestría interesante, que es necesario tener siempre en cuenta. Hay que entrar aquí y explorar estas obras con la misma paciencia con que fueron creadas. Con la misma paciencia con que las flores nacen y mueren.


Guillermo Santos




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