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EL CUERPO DEL PAISAJE

Laurie Littowitz


No es la primera vez que desarrolla un proyecto en el que subraya que nuestra identidad no pasa por la recreación corpórea completa y unitaria; somos un cuerpo compuesto por partes que son como señales que se proyectan y reflejan en distintas materializaciones como un muro en el que la piel se extiende y se impregna.


Ha intervenido ahora, para esta exposición, dos categorías plásticas tradicionales: el desnudo y el paisaje, reunidas sin primacía de una sobre otra. Ensambla sus contornos y volúmenes; restablece su unidad apenas presentida. Tal convergencia se concreta en una metamorfosis abundante en siluetas, bordes e inmediaciones.


Litowitz narra también el paso del cuerpo por su derredor, en el que el cuerpo deja fragmentos de sí mismo sin olvidarlos, o que coloca algunos de sus miembros como si fuesen significados inevitables para un tiempo venidero. Fragmentos de una complexión corporal que es memoria, enmarcada en un espacio preso de nuestra atención; fragmentos de los que, por cierto, éste se apodera.


En otras de sus imágenes, la anatomía se despliega, por decirlo así, pictóricamente. Violenta su intimidad encubierta y revelada al mismo tiempo: su revestimiento en azules intensos y las marcas lumínicas que lo diseccionan, son una advertencia sobre las modificaciones que puede sufrir.


Sus composiciones, además, muestran la reafirmación del cuerpo en un escenario natural compuesto también por elementos de origen industrial y sintético, es decir, el espacio contemporáneo es naturaleza alterada.


Muchas implicaciones expresivas más quedan ausentes de tratamiento en unas cuantas y apretadas líneas. El cuerpo en el paisaje es un tema para futuras recurrencias y obligadas glosas, que deben atenderse como reiteradas imágenes que distraen poderosamente nuestra mirada.




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