EL CIELO Y LA SERPIENTE
José Ángel Santiago Una casa en llamas, un hato de hierba, un volcán a punto de hacer erupción, una escultura hecha de tejas, un búfalo de agua, ¿qué relación pueden tener entre sí, qué clase de conjunto podrían formar? Aparentemente son imágenes inconexas, cuyas relaciones se hallan ocultas al espectador. Escenas de este mundo, que podrían borrarse en poco tiempo dado los acelerados cambios que vivimos.
Los artistas dedican su tiempo a guardar imágenes y formas que intentan sustraerse del desgaste del tiempo y del olvido. De algún modo, fijan la mirada y la atención y lograr trascender el instante. José Ángel Santiago quizá ha intentado, al reunir estas obras –cretas y cerámicas de alta temperatura—un conjunto de imágenes que constituyen parte de su memoria.
Sin embargo, es posible encontrar unitineriario que va más allá de su persona.
¿Qué somos capaces de recordar? Todos podríamos tener pasajes íntimos que se acabarán donde nos acabemos nosotros, aunque a veces lo que recordamos es también lo que no hemos vivido. O lo que hemos fabricado. Escenas de situaciones o hechos en los que no hemos estado, imágenes impregnadas en nuestras células, en nuestra sangre. Así es como imagino también las piezas que forman la exposición El cielo y la serpiente. Como un conjunto de escenas primordiales, anteriores a nosotros. Del comienzo o del fin de las cosas. Siendo como es el artista alguien preocupado en el horizonte mitológico.
Es posible que El cielo y la serpiente guarde una relación simbólica con lo que puede observarse en el Istmo de Tehuantepec y particularmente en Juchitán, lugar de nacimiento de Santiago, siendo típicos ciertos pasajes y elementos, como la de las tejas que se quebraron, que se cayeron durante el último sismo que afectó gravemente la región en 2017. Las casas tradicionales también están presentes, pero muestran un incendio, una caída, una explicación mítica de la realidad. Es decir, siguen siendo casas simbólicas, como si emanaran de un relato oral y mítico. Y aparecen al mismo tiempo que escenas perfectamente reales y que por su distancia no podrían provenir de esa región de Oaxaca.
Probablemente José Ángel Santiago quiera darnos a entender que todas esas escenas forman parte de la humanidad y que lo humano no es más que una extensión de lo mineral, de la naturaleza, del viento. Los animales, plantas, signos, formas y objetos que aparecen en esta exposición podrían ofrecer un retrato de nuestro mundo actual, como si procedieran de un extrañísimo documental. Un relato un tanto azaroso pero sutil del presente. Asimismo podemos sugerir que su pintura es un intento por captar las diversas mitologías por las cuales transita su mirada. El uso de materiales tradicionales, su preocupación por algunas técnicas, como el óleo, la sanguina, el dibujo directo, el grabado, la pintura mural, se conjuntan con esta visión cosmológica de la realidad y acaban por constituir un gran fresco donde la naturaleza y la humanidad se funden en un todo.
¿Qué une al cielo con la serpiente, ser del inframundo para muchas culturas? Quizá lo terrestre y lo cósmico estén aún más cerca de lo que sospechamos. Lo inmediato y lo lejano, lo anterior y este tiempo. Santiago querrá sugerir a través de estas piezas que todos habitamos una misma casa. Una gran casa cósmica en la que las ventanas y puertas y pisos están hechos del mismo material que nosotros.