COSMOGRAFÍAS
Irene Dubrovsky / Rogelio Manzo
Las ideas son a las cosas lo que las constelaciones a las estrellas.
Walter Benjamin
Las constelaciones han servido tanto para trazar direcciones y fundar ciudades e imperios como para medir el tiempo y sus ciclos; han delimitado, con sus formas infinitas, un conjunto de mitos y relatos trascendentales que hoy día siguen siendo tan potentes como hace milenios; han propiciado toda clase de especulaciones y no pocos poetas y pensadores las han colocado en el centro de sus obras para crear metáforas acerca de “cómo funciona el mundo”. Además de su profunda y absoluta belleza, los patrones que las estrellas proyectan en el firmamento poseen una enorme fuerza de orientación.
Entre otras tantas intuiciones que podemos abstraer de este conjunto de piezas, está la de la “afortunada conjunción” que representan los trabajos de Irene Dubrovsky y Rogelio Manzo bajo un mismo techo.
No es inusual pensar que el trabajo de Irene Dubrovsky (Buenos Aires, 1972) refiere de inmediato la sensación de estar observando un mapa antiguo, un mapa celeste, de navegación o un documento que reproduce el trazado de un imperio perdido. En cierto modo, podría considerarse a Dubrovsky como una utopista, una fabricante de no–lugares que propician que el espectador recorra con la mirada el trazado de una ciudad metafórica que contiene, además de caminos y construcciones, el cielo mismo y sus figuraciones: una ciudad, como lo deseaba Italo Calvino, que fuese el cosmos mismo.
La obra de Rogelio Manzo (Jalisco, 1975) no excluye el hilo de estas consideraciones. Para Manzo, cada una de las piezas que presenta nos da a entender el fuerte sentido “de exploración” que posee su obra; aunque en su caso es más evidente que dicha exploración nos remite de inmediato a una geografía íntima, a veces autobiográfica, a veces basada en la fisonomía de los demás, cuya forma no sólo representa sino que matiza, reconstruye, altera o interpreta a través de diversidad de filtros (lo que da a sus obras riqueza visual y táctil). El cuerpo humano, parece sugerirnos Manzo, es el territorio donde mínimos (estructuras celulares) y máximos (constelaciones estelares) se encuentran y se trasforman en una materia completamente diferente. Este material humano, tal como Manzo lo presenta, está puesto siempre en duda, es accidentado, transforma la percepción de la identidad propia o de los otros y sugiere que nuestra imagen es más fantasmal de lo que sospechamos.
Cosmografía han denominado a esa parte de la astronomía que describe el cosmos y el universo, utilizando conceptos básicos de la física y la matemática (ciertas sumas de puntos en el espacio que acaban dando la idea de representaciones geométricas). Estos trabajos en gran formato de Dubrovsky y Manzo permiten al espectador apreciar los matices que una misma idea puede sugerir a dos artistas diversos. No dudaríamos en inscribirlos en el arte cosmográfico, insistiendo en que los cuerpos humanos, las figuras geométricas, los constelaciones y los trazos mismos, sugieren un orden secreto que nunca terminamos de describir y descubrir.