
BLANCA GONZALEZ
MONTAÑAMANO
La ciudad de Monte Albán es a una de las obras de ingeniería más colosales y complejas de todos los tiempos. Modelar la meseta en la que se asentaron sus múltiples construcciones piramidales requirió siglos de movilización continua de materia, en una época en que dicha tarea debía realizarse por cuerpos y no por máquinas. Especialistas como Joyce Marcus estiman que, solamente nivelar la Gran Plaza, tomó trescientos años (100 a.C. y 200 d.C.). Para aplanar la cúspide del cerro fue necesario derrumbar colinas y rellenar barrancas; mientras que toneladas de rocas fueron desplazadas y recolocadas con un profundo sentido del orden para edificar templos y palacios. Esta misma autora analiza la doble lógica constructiva aplicada en el diseño de este desarrollo urbano.
La simetría de sus espacios es unefecto visual, producido gracias a la trayectoria de la luz solarpues, en realidad, los edificios están situados en función de latopografía de la montaña y no de una abstracción matemática.Los científicos han conjeturado sobre las razones para posicionaruna urbe a tal altura. En dichos debates se disputan si este lugarsirvió como una fortificación o si constituye una espacializacióndiscursiva, más que funcional, ligada a una cosmovisión en la quela relación entre mundo e inframundo—entre el sol, el cielo y latierra—no podría ser más elocuente y tangible.
Montañamano, una serie de veintinueve obras, surge a partir de recorridos por Monte Albán, realizados durante el año 2021. A través de este cuerpo de trabajo, la artista Blanca González interpela el concepto de «paisaje», una categoría cultural que pretende distinguir entre naturaleza y territorio modificado por la acción y cálculo humanos. Estas obras dan cuenta de que el paisaje es, precisamente, ese discernimiento irresoluto.